Déjate llevar.
“Tú quieres todo de repente, no tengas prisa, no es tan urgente, yo se que
baile hay que bailar, tú solo déjate llevar…” Coque Malla y María Rodés.
Y así en un mundo deprisa, con tanta prisa por llegar a ninguna parte. La
prisa no se lleva bien con la reflexión, con la coherencia, con la compasión,
elementos fundamentales para lograr un buen entendimiento.
Estamos acostumbrados a hacer las cosas deprisa porque no confiamos en
nuestras emociones, sabias consejeras que van pasando por nosotros dándonos las
pistas y las herramientas necesarias para hacer bien las cosas.
Es tan importante que las cosas se hagan en el momento adecuado, puede ser tan determinante
que puede condenarnos o salvarnos para siempre.
El proceso de separación es un proceso y como tal debe ser lento, meditado,
reflexionado. Es fundamental haber pasado por el shock inicial, por la rabia,
por la tristeza de la pérdida por lo que podía haber sido y no fue…
Pero las emociones son sabias y va llegando poco a poco la aceptación, la
fase en la que se comienza a ser
consciente de lo que nos está ocurriendo.
Y entonces empezamos a pensar con claridad, a escuchar de verdad, a
entender que una nueva etapa comienza y la importancia de cerrar bien, desde el
respeto por la familia que siempre seremos y desde la madurez que nos ha
regalado el propio proceso.
Y entonces pasa más tiempo, nos hacemos más sabios y decidimos agradecer,
entonces sí, el divorcio finaliza sin rencor, sin reproches, todo lo contrario,
desde el amor.
Observa como te acuestas cada noche, si te invade el ruido o el silencio y
observa también como te levantas cada día, resignado por el nuevo día que
comienza o feliz por todo lo que queda por descubrir.
No es el tiempo el que todo lo cura, eres TÚ y tu capacidad para inventar
el guión, para crear otra historia, para volver a soñar y para dejarte llevar.
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