“UN VIAJE CON RUMBO
DESCONOCIDO”
“El MATRIMONIO es un viaje con rumbo desconocido, en
el que los integrantes deben compartir no sólo aquello que cada uno ignora del
otro, sino también lo que desconocen de sí mismos"
El MATRIMONIO y el CAMBIO… cuando nos comprometemos
no somos conscientes del viaje que vamos a compartir con una persona en
constante cambio físico, emocional, intelectual y espiritual, es decir, las
cuatro partes fundamentales en todo ser humano.
Es curioso cómo puede cambiar la perspectiva que
tenemos de las cosas, de los conceptos, nuestras creencias, prejuicios y
valores.
El matrimonio es una VIAJE, pero no cualquier
viaje…aquí no existe un seguro en caso de accidente o pérdida de equipaje, es
un viaje arriesgado, sin garantías, abierto al misterio, al aprendizaje, al
descubrimiento.
Nos comprometemos un sábado y nos juramos “amor
eterno” durante miles de sábados más, ignorando quién es realmente la persona
con la que nos hemos comprometido y, quiénes somos en esencia nosotros mismos.
En este viaje es importante que no nos olvidemos meter en la maleta los
siguientes imprescindibles:
LA ESCUCHA, abrir nuestros oídos para entender las
palabras y sus interpretaciones.
LA MIRADA, para observar al compañero de viaje como
es y no como nos gustaría que fuera.
LA PALABRA, su impecabilidad para no exigir, hacer
suposiciones y su correcta utilización para pedir, para preguntar.
LA ACEPTACIÓN, que implica la tolerancia, el respeto
hacia el otro, la comprensión y la compasión.
LA AUTONOMÍA PERSONAL, poniendo el empeño para
realizar nuestro sueño y cumplir nuestro proyecto vital.
Este último imprescindible sea quizás el más
desconocido por varias razones, se nos ha transmitido desde la cuna que debemos
encontrar nuestra media naranja, que es sinónimo de que no seremos personas completas hasta dar
con la parte que nos falta.
Ser personas autónomas nos conecta con nuestro
proyecto de desarrollo personal, descubrirnos cada día y estar abiertos a la
vida y su aprendizaje.
La dependencia en la pareja mata la esencia de la
autenticidad del ser humano, su posibilidad de ser único e irrepetible.
Amar nuestra identidad es alimentar nuestra relación
de pareja, nuestro proyecto compartido, nuestro rumbo.
Las personas que viven la pareja desde su AUTONOMÍA
alimentan cada día la confianza, la coherencia e inevitablemente aprenden que
la FELICIDAD es algo que depende de uno mismo, por este motivo serán felices
consigo mismos y eligen vivir en pareja para potenciar su propia felicidad.
Amar al otro es amar al diferente, el que nos
enriquece, nos nutre con otra forma de ver y entender el mundo, es compañero,
confidente y espejo en el que vemos lo mejor y lo peor de nosotros mismos.
Descubrir cada día a la persona que tenemos al lado,
no crearnos expectativas de lo que pasará mañana, simplemente dejarnos
acariciar por el misterio y el instante del momento, no enfadarnos más de diez
minutos pues el “orgullo” nos conduce a un túnel que no siempre tiene salida.
La PAREJA,
un reto, una oportunidad para conocernos mejor.
“No
es la persona que nos ama quien debe saber cómo amarnos. Ella está allí, junto
a nosotros, con su capacidad, su energía y su disposición afectiva. Pero somos
nosotros quienes le enseñaremos a amarnos del modo en que necesitamos. Vivir
con otro lleva a la afinación y al uso
de tres herramientas esenciales: la mirada, la pregunta, la escucha. Mirar,
preguntar y escuchar son caminos de ida y vuelta. Cuando soy yo quien se vale
de estas herramientas, el otro es mi maestro en el arte de amarlo. Cuando es
ella/él quien las toma, yo soy un maestro en el arte de amarme. Así, el vínculo
fluye como una interacción entre dos maestros que son, a su vez, aprendices”
(El arte de vivir en pareja, SERGIO SINAY)
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